El deporte debe ser alegría, ilusión, entretención y ganas de ganar. Eso, en teoría. El deporte de alto rendimiento agrega presiones y responsabilidades: en los tenistas profesionales, la necesidad de ganarse la vida y tener dinero para invertir en viajes y gastos, y en los menores el deseo de llegar lejos en el tenis, el peso de las esperanzas propias y ajenas, y la responsabilidad de responder adecuadamente a los esfuerzos que padres y familiares hacen por nosotros.
Todas estas situaciones, así como otras tantas que pueden afectar a alguna gente en particular, pueden causar un cambio en la forma de pararse en la cancha. Donde antes había un jugador confiado, listo para devorar a su oponente, puede ir apareciendo un jugador preocupado, que en vez de tener ganas de ganar solo tiene miedo de perder.
Y no es algo que le pase solamente a jugadores de bajo nivel. Las presiones pueden afectar a todo tipo de jugadores, e incluso es normal que los mejores jugadores enfrenten grandes presiones en su vida deportiva. Pero ¿cómo reconocemos cuando esto ocurre?
Hay jugadores a los que se les nota más. El lenguaje corporal, la alegría en la cancha, la tranquilidad al jugar, son sellos distintivos de un jugador que confía en sus capacidades. Puede ganar o perder, pero va a ejecutar lo que preparó para jugar, y si no le toca ganar, sabrá aprender de la derrota. El jugador con miedo a perder tiende a preocuparse mucho de no fallar; a veces no fallar en los tiros, a veces no fallar en lo que entrenó, en lo que su entrenador le dijo, y a veces es no fallarle a los que lo quieren ver ganar. Como sea, no es feliz en la cancha. Cuando gana es más un alivio de no haber perdido que alegría por haber ganado.
Es importante darse cuenta de cuando esto nos afecta, y de entender su origen. Nadie se dedica al tenis para sufrir; normalmente el combustible para avanzar en el deporte es la pasión y la alegría de jugar, y jugar con miedo a perder no nos permite aprovecharlo. Entrenadores y padres pueden también darse cuenta de que hay un problema y apoyar según el rol que le corresponde a cada uno. Si el jugador es menor, los padres pueden contribuir enormemente a reducir la presión correspondiente a expectativas, ya sea propias o ajenas, y a reforzar la idea de la alegría y la pasión de jugar como eje central del deporte. No está bien cargar a un hijo con un volumen de sueños e ilusiones que a veces son más de uno o ambos padres que de los hijos, pero también es importante hacerles entender el valor de la disciplina y la responsabilidad del camino que han elegido; a veces un chico puede soñar con ser tenista, pero no estar dispuesto a hacer lo que necesita para serlo, incluso cuando tiene la parte física, técnica, económica y logística a su favor.
El jugador que juega con miedo a perder suele ser derrotado con más frecuencia que aquel que juega con ganas de ganar. Este último a veces vencerá y a veces perderá, pero solo sentirá amor y pasión por un deporte que es hermoso, pero también exigente.