¿Cómo ha cambiado este tipo de torneos desde que empezaste a ser árbitro de ellos?
“Cambiaron bastante. Fueron los Nacionales de Menores hasta el año 2006, en que empezó la era abierta. Entonces tuvieron un auge pero luego decayeron bastante, pasaron a ser torneos Grado 1 con un poco más de puntaje.
Este año se ha notado bastante el incremento de importancia ya que hay más servicios y logística para los jugadores. Mejor alojamiento, más almuerzos, actividades anexas… se ha generado un buen ambiente”.
¿Qué significa para ti este buen ambiente, y como incide en el torneo?
“Cuando toda la logística del torneo se lleva en forma positiva, lo que dije antes… es un mensaje positivo para entrenadores, papás y jugadores, que estimular la buena conducta de los jugadores dentro de la cancha, entran con otra actitud a jugar”.
¿Qué le falta al resto de los torneos del Circuito Nacional de Menores para generar este ambiente?
“Una de las mayores dificultades es la cantidad de canchas a disposición en esos torneos. Cuando un jugador encuentra problemas antes de entrar a la cancha, enfrenta su partido con una actitud negativa. En algunos clubes restringen la actividad en ciertos horarios.
Por ejemplo, si hay un torneo en invierno y el club no permite su uso antes del mediodía un día sábado, te quedan unas cuatro horas de luz y ahí con suerte puedes jugar apenas dos turnos de partidos. Lo mismo ocurre cuando no hay canchas de entrenamiento.
El nivel de arbitraje es importante también. El árbitro tiene un rol distinto al de entrenadores, cancheros o jugadores; se necesita un referee que pueda ver todos los aspectos del torneo, y árbitros enfocados en su trabajo, que puedan responder a las exigencias que les impone el árbitro general”.